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¿Qué hace uno cuando lo chotean desde el escenario en pleno set? Y digo un choteo tipo «ahora al final les tenemos una sorpresa, una para Darién.» Pues qué va uno a hacer más que redactar otra carta de amor abierta al mejor conjunto musical de este lado del río Chagres. El viernes pasado El Papo Vecino tuvo un segundo concierto en el Teatro Guild, ojalá de muchas por venir. El primer concierto, en abril de este año, estuvo genial, y este esfuerzo sophomore (a juzgar por la encantadora invitación a la acuarela cortesía de Jennifer Kane) prometía ser mayor y mejor.
La escena en el portal foyer era predeciblemente animada: bellas juventudes con cohibas y gingersnaps en ansiosa espera, azuzados por amigablísimos bartenders (traídos del extranjero exclusivamente para el evento, se rumora). Tal como se prometió, las puertas abrieron exactamente casi a las 9 en punto más o menos. Habiendo aprendido la lección la primera vez, automaticamente bomb-rusheamos el escenario y nos instalamos en primera fila centro. Sentados en orden se hizo más evidente que esta vez habíamos más que en el primer concierto. Se está corriendo la voz. Pero sobre las tablas la escena era más diferente. Una producción muy laissez-faire había sustituido la cuidadosísima mise-en-scène de antaño (te extrañamos, Dominique). Creo que había móbiles de papel de alumino, pero puedo haber estado equivocado.
Pronto salieron los artistas, cuyo vestuario otrora blanco era ahora negro (ying yang, yadda yadda yadda), con la notable excepción de Nacarí, que cambió su uniforme de pintora por un traje de cocktail de lentejuelas plateadas, mucho más apropiado a un evento de este calibre. La música fue, predeciblemente, excepcional. Disfrutamos una mezcla de éxitos de ayer y hoy, con particular énfasis en los clásicos de siempre: El beso, Speed Racer y Faustino y la silampa (que ahora Chale enfrenta solo). Hubo también canciones nuevas, incluyendo una que la cerveza me hace recordar como Tempestad en mi bemol: un intermedio muy Enya, una banda sonora con solos al órgano para una película muy dramática. Barco ahora suena bien (o tal vez es que mi gusto ha madurado).
Los conciertos del Papo Vecino siempre han sido eventos audiovisuales. La escena esa noche estuvo iluminada por proyecciones digitales de los hermanos Merel. De nuevo, la cerveza sólo me deja recordar lobos corriendo en bosque y cardumen de aguamalas, aunque eso demuestra mi parcialidad hacia lo figurativo, que es a lo que voy. Puede que los eventos anteriores me hayan malacostumbrado (o que esté haciendo una pataleta celosa tonta de hijo manso que se rebela ante una madrastra que intenta usurpar el puesto de la santa madre q.e.p.d.), pero hubiera preferido visuales menos genéricas. Me parece que las usuales visuales analógicas (en el sentido tecnológico de lo no-digital, y en el sentido linguístico de lo relativo a la analogía, y —para demostrar que sigo peleando con Finnegans Wake— porque suenan a análisis y lógica) son un mejor acompañamiento a estas dulces melodías. Finalmente no estábamos en un lunes de música electrónica en Bacchus.
Esta segunda parte fue buena, y esperamos que la tercera parte suceda pronto. Panamá necesita más cosas como de estas. ¿Es mucho pedir que en nuestra ciudad tengamos un evento como este cada dos semanas? No digo sólo que queremos más Papo Vecino, queremos más Papos Vecinos. ¡Ánimo, gente!
¿Y mi sorpresa? Casi al cierre del playlist (justo antes de la siempre final L’avventura) presenciamos la resurrección de Murió la flor por la que hemos estado rezando por años. Las estrofas susurradas como una Dietrich despechada mejoran con la edad, igual que la Dietrich. ¿Y qué hace uno cuando le cumplen un deseo? Uno pide más. Querido El Papo Vecino: Por favor (y, confíen en mí, es por su bien) incluyan en su repertorio algo de la inolvidable Jeanette, de cuya antorcha creo que Nacarí es una apta heredera. Idealmente «Porque te vas», que tiene un pedigree apropiado: escrita por José Luis Perales, usada en Cría Cuervos de Carlos Saura, covereada por Kahimie Karie. Y finalmente nos encantaría ouir a Nacari cantar coun haycentou gringou. Plis?