Se hacen narcomansiones

Dice La Prensa:

Nuestra siempre coloquial Crítica pinta una imagen más vívida del evento.

¡Sorpresa! Cuando ingresaron a tres residencias ubicadas en una vereda, encontraron que las mismas estaban unidas y en ellas había una piscina, una cancha sintética de fútbol, asadores de carne, equipos de audio y sonido de alta definición y de red satelital. En esas residencias, el lujo era evidente. Se trataba de lo que la Policía definió como un “complejo delincuencial”.

La foto evidencia lo que La Crítica entiende por “lujo evidente”, y lo que La Prensa entiende por “diferentes tatuajes sospechosos en el cuerpo”. Y aunque yo no soy bueno para tatuar maleantes, todavía veo aquí una oportunidad laboral. Señores, sostengo que un arquitecto (por ejemplo, yo) haría un mucho mejor trabajo pimpeando cuatro casuchas en una narcomansión. Pero que conste que lo que me incita no es la promesa de abarcar cuatro propiedades (ni de la fama y fortuna que ello necesariamente implica), sino que la idea de esconder lujos asiáticos tras fachadas miserables es una contradicción de la norma suburbana del curb appeal: construir un tinglado decorado, pero solo decorado por adentro. ¡Llame ya!