Primero, la banda sonora. Daft Punk (lamentablemente, One More Time) da paso a reguetón romantic style con La Factoría y Nigga. Y cuando creías que la cosa no podía empeorar, entra a escena el unplugged de Gilberto Santa Rosa, y el cd completo. Que alguien me diga cómo se olvida, indeed.
Todos los puntos que ganó el menú por estar levantado en Futura los pierde por estar impreso en una HP ink-jet en papel cartulina hilo color cremita y engargolado con el más fino plástico negro. Entiendo que abrir un restaurante fino cuesta plata, pero valdría la pena invertir más de $1.50 en producir cada menú.
La letra ese gigante de escarcha dorada que dominaba la mesa te hace sentir como si estuvieras en un carro de carnaval. La comida sabía a eso, también. La lata de Coca-Cola fue la mejor parte de la cena.
Dúo de langostinos y conchuelas en salsa de naranja. Lo que el menú no te dice es que viene en un mar de melcocha aguada (lo que ellos llaman salsa de tradicional miel de caña orgánica nacional)
Rib-eye importado en salsa de mostaza y pimienta verde. Hasta hoy mi mamá creía que no había en el mundo peor Rib-eye que el de Segafredo. En este sitio, término medio significa suela de zapato.
Da un poco de ternura que traduzcan las sherried raisins como «pasitas ajedrez» y las arañitas como «sea spiders». También podría parecer difícil dañar unas arañitas, pero Sibarita’s es un lugar donde los sueños de este tipo se hacen realidad.
Cosas que también pedí: gazpacho con raspao de apio, carpaccio de res con ceviche de yuca al estilo Sibarita’s. Cosas que no tuve el valor de pedir: hamburguesa deconstruída, cheese cake de mojito.
En pocas palabras, se me ocurren varias mejores maneras de gastarte noventa dólares en un sábado por la noche, aunque sea de quincena.