En medio del camino de nuestra vida
me encontré por una selva oscura,
porque la recta vía era perdida.
Lo mejor de viajar es visitar monumentos, y pocos compiten con la nueva terminal del aeropuerto internacional de Tocumen PTY 507, famosamente diseñada por los famosos arquitectos Foster + Partners, y famosamente construida por los famosos contratistas Odebrecht. Nótese que como la mayoría de los megaproyectos gubernamentales, este fue inaugurado antes de las elecciones, así que todavía le hace falta un par de toques finales. Igual, fue un gozo total poder explorar tan magna obra.

El inicio de la experiencia se señala con un rótulo que prácticamente reza “¡Oh vosotros los que entráis, abandonad toda esperanza!”. Puede que aquí las letras estén en Helvetica, pero el diseño grita Arial a todo pulmón.

Lo primero que sorprende cuando caminas por el pasillo que conecta las terminales son las regaderas de luz cenital de los tragaluces, que atraviesan los costillares del cielo raso suspendido. Estando en un país donde lo que la gente quiere es sombra y aire acondicionado, estos hotspots son un guiño inteligente —además de una buena bienvenida— a este país donde lo que sobra es sol.

¿Y cuál era el apuro de inaugurar la terminal a medio palo? Pues estas cortinas de lona vinílica no mienten.

De pronto, el cervix uteri del pasillo se abre y llegamos a la Terminal Dos. Lo primero que impresiona es el tamaño del espacio. El sitio es enorme, tanto que los letreros parecen hechos a escala de autopista. Luego uno siente la forma, con curvas tan sensuales como se podría esperar viendo el render. Estos espacios amplios y contoneantes contrastan completamente con la rigidez mezquina de la Terminal Uno. Eso allá atrás es el pasado, el siglo XX. Aquí estamos en el futuro. Ven y vuela con nosotros.

Otra cualidad notable es que la Terminal Dos huele a zapatilla nueva, al menos por ahora. Pero esto no es desagradable: el olor a zapatilla nueva está fuertemente asociado a recuerdos alegres de cumpleaños y quincenas. Este olor a nuevo seguro viene de las hectáreas de lona vinílica que separa las áreas que siguen en construcción, y que combinan súper bien con la materialidad del resto de los acabados: una sinfonía en gypsum y alucobond.

Y esos colores. ¿Qué colores? La Terminal Dos es un compendio de grises, algunos tímidamente cálidos. Esta paleta desaturada se ve muy bien en los renders desaturados, pero falta por ver cómo se verá en la vida real, con las tiendas (que seguramente no van a ser Prada) y con los outfits de los viajeros (que seguramente no van a ser Prada).

Por ahora solo están abiertas la mitad de las puertas de embarque, así que al llegar al medio del camino de nuestra vida toca darse la vuelta.

El espacio abruma y seduce: es tan amplio que minimiza a muebles y a personas, y hace que cualquier intento de organización espacial parezca ridículo. Es una playa de estacionamientos o un salón de convenciones, condenado a siempre sentirse vacío.

Si este edificio fuera un museo, seguro estaríamos alabando sus cualidades espaciales. Pero como es un aeropuerto —aquel arquetipo por excelencia del junkspace koolhaasiano— toda evaluación casi está obligada a hacerlo ñex por ser un no-lugar, bastión del capitalismo globalizado. Aquí esto no se puede. Como ni Foster ni Partners son unos tontos, la Terminal Dos es genial y memorable. Seguramente estoy traumatizado por la atroz calidad de nuestros no-espacios criollos, pero este edificio me encanta. No puedo esperar a que me toque tener que esperar ahí sentado por horas a que mi vuelo empiece a abordar. Le pongo a la Terminal Dos del aeropuerto internacional de Tocumen cuatro estrellas.

Loving the generic vibes.
Panamá: promedio del mundo, inspiración del universo.
Me encantas, pero dale la oportunidad de que lo terminen😄 Eloísa J. Real de Chi Deco Diseño & Arquitectura