Notas sobre el “Kitsch”

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Míreme, madre, ahí en tan buena compañía (y justamente en el centro).

Como seguro ya les he dicho en persona miles de veces, a principios de año la prestigiosa revista Itch me invitó a contribuirles un texto para su edición de febrero, dedicada al Kitsch. Rebosante de orgullo y agradecimiento, naturalmente, puse manos a la obra, que presento a continuación para quienes no tienen conexiones guatemaltecas. Pero si sí tienen (conexiones guatemaltecas, digo) los insto a que las utilicen para hacerse de un ejemplar físico, porque Itch es una cosa de belleza y un gozo para siempre. Particularmente honrado estoy en compartir páginas con el genial fotógrafo Andrés Vargas, quien es mi segundo fotógrafo Andrés Vargas favorito. Y dice:

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Notas sobre el “Kitsch” (con un saludo a la amiga Susan Sontag)

  1. El Kitsch es.
  2. El Kitsch existe en la periferia de lo correcto. Habita exclusivamente el punto donde el buen gusto pierde su casto nombre.
  3. El Kitsch es casi feo, y al mismo tiempo casi bello. Es inefable, etéreo, casi invisible. El Kitsch no existe hasta que se lo identifica como tal (Beetlejuice, Beetlejuice, Beetlejuice). Así, el Kitsch es un fenómeno más semiótico que estético.
  4. El Kitsch tiende a lo sobre decorado, a lo ostentoso por variedad o cantidad, a lo multicolor. El Kitsch es en esencia aspiracional: aspira a la belleza, aspira al lujo, aspira a ser impresionante y evocativo. Es un tipo particular de exageración que no llega a lo vulgar, aunque generalmente aparece en sitios frecuentados por el vulgo. Y no nos referimos simplemente a los estratos bajos, porque evidentemente el Kitsch atraviesa todas las clases sociales y no hay vulgo más productivo que el vulgo pudiente.

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  1. Así, el Kitsch abunda en ambos extremos del espectro de los niveles adquisitivos. Al ser esencialmente aspiracional, el Kitsch pobre imita al Kitsch rico. Pero también se da un proceso inverso en el que el Kitsch rico se inspira en el pobre (slumming), invirtiendo completamente las dinámicas tradicionales de producción y consumo. Este Kitsch surge de los bajos fondos para el disfrute de las altas esferas. En estos términos, la Kitschofilia (¿Kitschofagia?) se parece a algunos tipos de tráfico de estupefacientes, prostitución, y otros pecadillos de las sociedades consumistas de hoy.
  2. El Kitsch deliberado, premeditado o intencional no existe. El auténtico Kitsch es imposible de diseñar o especificar, porque es por definición involuntario: el Kitsch aparece siempre por accidente, cuando uno menos se lo espera. Cualquier intento de hacer Kitsch (o de capturar su esencia) está destinado a fracasar, quedando en una sombra del Kitsch verdadero, honesto y bueno.
  3. Pero al mismo tiempo, el Kitsch es inevitable. Alrededor del mundo, infinidad de artesanos, artistas y diseñadores trabajan para hacer el mundo más lindo, y con tantos monos golpeando máquinas de escribir es inevitable que constantemente aparezca más y más Kitsch. El Kitsch es lo mismo que el fuego fatuo: le juyes y te persigue, le llamas y echa a corré.

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  1. Lo único que podemos hacer los admiradores del Kitsch es buscarlo y admirarlo de lejos, sin verlo directamente a los ojos. A pesar de esto, en los últimos años ha habido un literal renacimiento en los estudios del Kitsch, en documentarlo y apreciarlo, y prueba de ello es este artículo, y la atención que usted, querido lector, le está prestando. Volviendo al tema de las clases sociales, es notable que este amor al Kitsch per se es un asunto que ocupa exclusivamente a las burguesías bohemias, cuyo disposable income siempre viene acompañado por disposable attention.
  2. Existen tres maneras de recibir al Kitsch en nuestro corazón: es posible disfrutar del Kitsch con inocencia, sin verlo como Kitsch. Ese es el comportamiento usual de quienes lo producen, lo adquieren y lo consumen. Otra manera de apreciarlo es desde una posición distante y de superioridad, haciendo de él un chiste sardónico. Pero, los verdaderos iluminados (que son los menos) lo entienden como Kitsch y lo admiran como Kitsch, honesta y plenamente.

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  1. La reacción común cuando se encuentra el Kitsch es la repulsión, pero del tipo que despierta la curiosidad. Es como encontrarse con un accidente de tráfico: uno no puede apartar la vista. Y el Kitsch, por lo general, recompensa ricamente nuestra mirada continuada y estudio cuidadoso. Pero, ojo, que el Kitsch es un poco adictivo (al igual que los pecadillos antes mencionados).
  2. El Kitsch habita en las periferias, y en especial, en las de nuestra atención. El mejor abono para el Kitsch es lo cotidiano: el día a día, lo normal y lo corriente. La cantina del barrio, el puesto de venta de periódicos, el interior de una buseta; esos espacios que ocupamos en un estado de distracción o negación son los más productivos para encontrar el Kitsch.

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  1. El Kitsch puede resultar de un embellecimiento afectado por escasez o carencia de algún recurso: capital, conocimiento, gusto, mano de obra, o materiales. Por esto, otros sitios productivos para el cazador de Kitsch son aquellos en los que se produce o se exhibe lo bello, como los monumentos, las avenidas, las galerías y escuelas de arte, los letreros, murales o street art, los salones de belleza, los mercados, los talleres de herrería y chapistería, y los estudios fotográficos y de decoración de interiores.
  2. Al igual que el Kitsch, Centroamérica existe en la periferia, lejos de los centros hegemónicos del poder y de la belleza. Pero la imagen de esos centros está muy presente en nuestro imaginario colectivo, como una meta a la cual aspirar y contra la que se mide toda nuestra producción, que se hace enfrentando constantes escaseces. Entonces, somos una cultura periférica, aspiracional y carente. Léase, una cultura Kitsch. Hay que aceptarlo: Centroamérica es esencialmente Kitsch, y nuestro Kitsch es tan abundante que prácticamente es la norma.
  3. Más que una vergüenza más, esta condición es, al final, liberadora. Aunque se nos olvida, estar lejos del centro es estar lejos de los paradigmas tradicionales, lo que facilita la experimentación y la validación de modelos y estéticas alternativas: la famosa belleza exótica. Cuando el gato no está, los ratones hacen fiesta, y el Kitsch es esa fiesta. ¿Bailamos?

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