Suburbia: The Final Frontier, o Meditaciones en torno a una visita a Metromall

  • Finalmente tenemos un arquetípico shopping mall en Panamá: a kilómetros del centro y rodeado de hectáreas y hectáreas de casitas iguales. Claro que el entorno del centro comercial El Dorado era similar en su momento, pero todos sabemos cómo ha cambiado eso.
  • Este masivo conjunto exitosamente mantiene la escala humana, lo que en argot de arquitecto significa que se ahorraron varias hiladas de bloques en cada nivel.
  • El efecto es, generalmente, un Multiplaza pero pobre: los pisos son iguales pero más feítos, la paleta de acabados es igual pero más limitada, la gran escalinata es igual pero más chiquita, el food court es igual pero más chaparro. Ahí, la proximidad del cielo raso pone la pantalla gigante, que tal vez sí sea igual a la de Multiplaza, suficientemente cerca de las mesas para encandilar como la de Extreme Planet.
  • Metromall es un Mutiplaza anclado no por Felix B. Maduro y Riba Smith, sino por El Titán y El Machetazo.
  • Confirmamos que hay un Steven’s de cuatro pisos. O tal vez es un Collin’s de seis pisos. Inexplicablemente, estaban tocando Tin Tings, y todas las vendedorcitas la iban tarareando mal. Not not my name, not not my na-ame.
  • Mucha tienda nueva, suponemos que son franquicias de las afueras, que le agregan al mall un agradable sabor local. ¡Y cuánta tienda de suplemento vitamínico! Estas juventudes exhaustas van a crecer fuertes como robles. Pun intended.
  • Muy apáticos los vendedores en todas las tiendas por igual. Pero el personal de mantenimiento, pues muy bien.
  • Nos alegra informar que Passarela está introduciendo el uso de Museo a su identidad corporativa, parece.
  • Mi sorpresa favorita fue ver que Dark Stage, un Hot Topic tropical, está al justo lado de Pink, la version local de Limited Too. Ahora puedes llevar a tus dos adolescentes de ambos géneros de compras sin tener que mulearte todo el mall.
  • Predeciblemente, mucho pelaíto con pantalón pitillo y frouxhawk (léase, afro + fauxhawk). Había unas producciones muy elaboradas con chaleco, tirantes y cadenitas que se aproximaban a territorio naranja mecánica. De ahora en adelante voy a andar por ahí con un solo guante puesto.
  • Para la cena: decepcionantes tacos al pastor que tenían un saborcillo a puerco del Don Lee. No se dejen engañar por la prometedora pared de pedacera de mosaicos del sitio.
  • A la salida, ya de noche, el agonizante Los Pueblos se veía aún más fechado con sus letreros de neón, especialmente al compararlo con el mall nuevo y su elegante iluminación exterior indirecta. Me pregunto cuánto aguantará. Lo que me hace preguntarme qué ha pasado con las vainas en Milla Ocho y en Los Andes que tanto vi en presentaciones magistrales en congresos de arquitectura locales de hace diez o doce años.
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